Un incendio puede alterar de manera significativa las propiedades de los materiales que componen los elementos estructurales de un edificio, hasta el punto de ver mermada su capacidad mecánica. Para evitarlo, existen soluciones de protección pasiva como los morteros de lana de roca o de perlita y vermiculita.
La seguridad de los ocupantes de un edificio y de cada uno de sus materiales puede verse seriamente afectada por un incendio. La misma necesidad de reducir este riesgo influirá en todas y cada una de las fases del proceso constructivo, desde el mismo diseño del edificio hasta la puesta en obra, el mantenimiento y el uso.
Durante un incendio aparecen acciones indirectas que son consecuencia de las deformaciones de los elementos estructurales, que por lo general dan lugar a tensiones que se suman a las que ya están actuando sobre la propia estructura del edificio.
Precisamente, la protección pasiva representa ese conjunto de medidas que resultarán de utilidad para limitar la propagación del fuego y retardar lo máximo posible sus efectos. Estas soluciones aportan a las estructuras estabilidad en caso de incendio, reduciendo a unos límites aceptables el riesgo de los usuarios del edificio, así como garantizando la seguridad de los equipos de intervención.
Mejorar la resistencia al fuego con morteros
Un sistema frecuente para mejorar la resistencia al fuego de un elemento constructivo es mediante su recubrimiento con un material inerte al fuego y con un elevado coeficiente de aislamiento térmico.
Tales recubrimientos pueden encontrarse en forma de placas o morteros para aplicar mediante proyección. Este tipo de morteros envuelven en su totalidad al elemento a proteger, constituyendo una barrera térmica sin uniones ni juntas.
Uno de los más habituales es el de vermiculita y/o perlita, en los que tiene una presencia destacada el agua, tanto en su forma de agua libre como químicamente unida a algunos compuestos. En el momento en que se produce la evaporación del agua se puede absorber una importante parte del calor generado en un incendio al ser un proceso endotérmico. De esta forma, se logrará mantener una temperatura constante durante el período en que el agua se evapora.
Igualmente, se dispone de los morteros de lana de roca, una estructura que contiene aire seco y estable en su interior. Así, actuará como obstáculo a las diferentes transferencias de calor. Por su estructura multidireccional y elástica, la lana de roca frenará el movimiento de las partículas de aire y disipará la energía sonora, empleándose igualmente como acondicionador acústico para evitar reverberaciones y ecos.
En lo referente al comportamiento frente al fuego de este tipo de morteros, se ha de destacar el hecho de que la lana de roca es un material no combustible. Empleado como protección pasiva contra el fuego en edificios, esta solución ignífuga es capaz de mantener las propiedades mecánicas intactas de estos últimos, incluso al estar expuestos a temperaturas superiores a los 1.000 ºC.
La aplicación de estos morteros se realiza con máquinas de proyección mecánica, concebidas especialmente para su aplicación. Debido a su amasado automático, aporta una calidad constante y homogénea al mortero.
También puede aplicarse manualmente a partir de herramientas de albañilería habituales como llana o paleta. La superficie a proteger debe estar limpia de polvo, grasa y óxido. A pesar de no ser necesario, sí es recomendable la aplicación de una imprimación. El acabado final puede ser rugoso o alisado, admitiendo pinturas de acabado.