La limpieza de estructuras metálicas, uso de pinturas especiales de alto espesor, aplicaciones de imprimaciones anticorrosión en función del ambiente o la utilización de poliuretanos alifáticos de alta resistencia a intemperie son algunas de las muy diversas soluciones contra la corrosión que abordamos desde Control Ignífugo.
Efectos de la corrosión
La corrosión, presentada como una oxidación acelerada y continua que desgasta, deteriora y afecta a la integridad física de objetos y estructuras, puede suponer considerables interrupciones en los procesos de fabricación de las empresas, contaminación ambiental, pérdida de productos, necesidad de rediseñar equipos y procesos industriales o mantenimientos muy costosos.
Los materiales se hallan sometidos a una serie de agresiones que provocarán la modificación de su composición química y, con ello, la alteración de algunas de sus propiedades físicas. Si nos centramos en los materiales metálicos, factores como la humedad y el oxígeno pueden generar un lento deterioro, pudiendo este mismo ataque llegar a destruirlos por completo.
Este fenómeno, conocido como oxidación y corrosión, puede producirse de dos formas distintas en el caso de los metales. Una de ellas se conoce como oxidación química, la cual se genera cuando un metal se combina con el oxígeno y se transforma en un óxido. Por otro lado, se encuentra la llamada corrosión electroquímica, la cual se debe a la aparición de una pila electroquímica en la cual el metal actúa como ánodo y, por lo tanto, se llega a disolver.
Protección contra la corrosión
Para evitar el efecto de la corrosión se debe impedir el desarrollo de reacciones electroquímicas, por lo que será necesario evitar la presencia de un electrolito, que pueda actuar como medio conductor y motivar la transferencia de electrones desde el propio metal anódico. Existen muy diversos sistemas de protección contra la corrosión, que pueden ser una óptima solución a tener en cuenta.
Una de estas soluciones contra la corrosión es la protección por recubrimiento, consistente en la creación de una capa superficial o barrera que pueda aislar el metal del entorno. Dentro de esta categoría se podrían destacar los recubrimientos no metálicos en forma, por ejemplo, de pinturas y barnices, un método muy económico, que precisará el hecho de que la superficie del material a proteger se halle limpia de óxidos y grasas. Uno de los más utilizados es el minio, pintura que contiene en su composición óxido de plomo. Muy resistentes a la oxidación son también los plásticos, que son muy flexibles pero con poca resistencia al calor. También se encontrarían los esmaltes y cerámicos, capaces de resistir elevadas temperaturas y desgaste por rozamiento.
En cuanto a los recubrimientos metálicos, se podría resaltar la efectividad de la inmersión, método consistente en recubrir los metales a proteger con otros de menor potencial. Los metales empleados en este baño son, por ejemplo, el estaño, aluminio, cinc o plomo.
Por otro lado, como protección contra la corrosión también se destaca el uso de los inhibidores, por medio de los cuales se añadirán productos químicos al electrolito, actuando como catalizadores y disminuyendo la velocidad de la corrosión. Los inhibidores antes mencionados pueden ser barrenderos (eliminan el oxígeno) o de absorción (forman una película protectora).
Igualmente, cabe la posibilidad de evitar la corrosión de un metal haciendo que se comporte como cátodo respecto a otro. Esto último se puede conseguir, por ejemplo, con ánodos de sacrificio, empleando un metal cuyo potencial es muy negativo como es el caso del magnesio. En estos casos, el ánodo de sacrificio se oxida comunicando los electrones liberados al metal a proteger. Por medio de esta reacción, el ánodo se va corroyendo y termina por destruirse, siendo necesaria su sustitución cada cierto tiempo. Este método es muy eficaz para proteger depósitos y tuberías de acero, así como los cascos de los barcos.
También se puede apostar por la modificación del entorno, uno de los factores decisivos en la velocidad y grado de oxidación. Uno de los métodos más utilizados consiste en eliminar el oxígeno de las soluciones acuosas, algo que ayudará a minimizar la corrosión especialmente en el caso de las calderas de agua. Otra opción consistiría en reducir la temperatura, logrando con ello disminuir la velocidad de reacción y, por consiguiente, el riesgo de corrosión.
Por nuestra parte, tal y como especificamos en líneas anteriores, apostamos por soluciones contra la corrosión enfocadas al uso de imprimaciones en función del ambiente o, incluso, de pinturas especiales de alto espesor como protección frente a la corrosión anterior al acabado. Si necesitáis soluciones de este tipo, llamadnos y os ayudaremos en lo que sea preciso.