Minimizar las pérdidas de energía por transferencia de calor, reforzar la seguridad de los bienes y de las personas, reducir la contaminación ambiental y el efecto invernadero son algunos de los principales objetivos cubiertos por métodos como el aislamiento térmico.
La capacidad para controlar la transmisión de calor cuando se desea que no sobrepase ciertos límites es posible mediante la utilización de productos aislantes térmicos, encargados de reducir la transmisión de calor de la estructura sobre la que se instala.
Aislamiento térmico para controlar la transmisión de calor
La función de aislamiento térmico es desarrollada por un material o sistema diseñado para funciones diferentes. En este sentido, por ejemplo, cabe la posibilidad de que un muro de carga en un edificio cumpla con los requerimientos aislantes, mientras que en otros casos este mismo sistema no es suficiente y se precisa de un material aislante adicional para cubrir los requerimientos relativos a la transmisión de temperatura.
Hoy en día, normativas como el Código Técnico de la Edificación (CTE) o el Reglamento de las Instalaciones Térmicas en los Edificios (RITE) determinan la obligación en el sector de cumplir unos requisitos mínimos de eficiencia energética, tanto en los edificios nuevos como en los que vayan a someterse a procesos de rehabilitación.
El aislamiento térmico puede ser de utilidad para evitar las transferencias de temperatura que obstaculicen el proceso en el ámbito industrial por diferencias térmicas no admisibles. Igualmente, si no existe el aislamiento térmico suficiente, las temperaturas superficiales externas pueden ser elevadas, hasta el punto de provocar lesiones o accidentes a las personas. Igualmente, se podría llegar al límite de generar efectos de combustión e incendio en materiales combustibles próximos a este tipo de superficies.
Tal y como se especificaba en líneas anteriores, el aislamiento térmico puede ser de gran utilidad como método de ahorro energético, permitiendo la amortización del material aislante incorporado en períodos de tiempo reducidos como puedan ser algunas breves semanas.
Por otro lado, se ha de tener en cuenta que un amplio porcentaje de la energía empleada en los procesos térmicos procede de la transformación de un combustible por reacción exotérmica del mismo con el oxígeno ambiental.
Debido a su origen orgánico, la mayor parte de la composición química de estos combustibles es carbón (C), con porcentajes más variables de hidrógeno (H), azufre (S), oxígeno (O) y nitrógeno (N).
El contaminante atmosférico más abundante que se produce es el conocido como Dióxido de Carbono (CO2) y en menores proporciones otros como el dióxido de azufre (SO2) o monóxido de carbono (CO). El volumen estimado de CO2 que se arroja a la atmósfera a nivel mundial se estima en unos 20.000 millones de toneladas al año.
Consumo de energía y contaminación ambiental son dos factores que están unidos, dado que los niveles contaminantes en la atmósfera se podrían reducir si se apuesta por un uso más eficiente de la energía.
No se trata tanto de no consumir energía, sino de hacerlo mejor mediante la adopción de técnicas que permitan gastar menos para alcanzar el mismo fin. Como una solución eficaz para reducir este consumo en el ámbito industrial, determina que todos los procesos térmicos en espacios cerrados preconizan la adopción de sistemas de aislamiento térmico, estudiados detenidamente tanto en calidad como en espesor.
Hay materiales que por su escasa conductividad térmica podrán reducir la transferencia de calor hacia o desde el ambiente. Este tipo de materiales deben de cumplir una serie de requisitos mínimos relacionados con factores como las dimensiones, la temperatura, la densidad, resistencia al fuego, absorción al agua y propiedades de transferencia de calor. Su poder aislante es tanto más elevado cuanto más baja es su conectividad.
La lana de roca, por ejemplo, es uno de los compuestos utilizados en estos materiales. El fieltro formado en la cadena está constituido por fibras entrecruzadas, que impedirán las corrientes de convección del aire. Las fibras, en contacto unas con otras, permitirán la transmisión de calor por conducción hasta que finalmente intercambian energía entre sí por medio de la radiación.
La lana de roca es incombustible y resistente a agentes exteriores como los ácidos, el aire o el vapor de agua. El pH de la composición asegura a la fibra una mayor estabilidad, incluso en medio húmedo y garantiza al usuario la no existencia de corrosión de los metales en contacto con ella.
Un producto especialmente indicado para los aislamientos térmicos en la industria a unas elevadas temperaturas es otro tipo de lana mineral denominado «lana de roca», elaborado a partir de rocas basálticas, por lo que se obtendrá un producto de propiedades complementarias a las de lana de vidrio.
En Control Ignífugo ofrecemos soluciones a base de proyección de mortero de lana de roca en techos de garaje y cubiertas o la colocación de paneles rígidos de esta lana mineral y fibra de vidrio para alcanzar el máximo aislamiento térmico.